PUEBLO SIN NOMBRE

Carlos Ureña, escritor michoacano, apasionado e incisivo, narra con magistral estilo la historia de una familia provinciana, noble y buena, arrastrada por el huracán social que ensangrentó a México al iniciar el siglo XX. Librado González, un joven con principios honestos y morales, es ingresado a las filas del ejército nacional forzándolo a elegir al azar su destino que la enigmática encrucijada le ofrecía. Pone en evidencia los maniqueos postulados del dogma, la fe y la superstición. Deja constancia del grotesco ritual pagano de adorar el instrumento de tortura en la que sufrió atroz flagelo y murió el Redentor. Con deliciosa metáfora describe cuando la abuela empieza a perder la memoria, huyendo los recuerdos malos en parvadas como negros pájaros silenciosos y los buenos como multicolores mariposas en desbandada. Analiza con profundo conocimiento de causa el problema de la tenencia de la tierra. Hace mención de la simulación electoral que provocará tarde o temprano por lo menos un amplio estallido sangriento. Expone con fino sentido del humor las historias de espantos alrededor de una vela o del resplandor de la luna, marcos perfectos para espeluznantes leyendas de brujas, diablos, enterrados vivos y ahorcados. Historias de amargura sobre las lúgubres y aterradoras tinajas de San Juan de Ulúa. El duelo feroz entre un coronel francés y un coronel mexicano durante la invasión francesa, y que al cruzarse los sables, saltaba, impresionante, la cabeza del francés al suelo cercenada por el cuello. Al levantarla de los cabellos, los ojos azules parpadearon dos o tres veces con mirada insólita como que no comprendía lo que le había pasado.