VAN GOGH, VINCENT
EI 27 de julio de 1890, en un campo de trigo de Auverssur-Oise, después de concluir su inquietante Cuervos sobre el trigal, Vincent van Gogh se dio un tiro que dos días más tarde le provocaría la muerte. En uno de sus bolsillos traía, incompleta, la última carta a su hermano Théo, su mejor y quizá único amigo, cuatro años menor que él. De igual forma, Vincent era para Théo algo más que un hermano mayor; tenían muchas cosas que comunicarse, ambos profundizaban sobre los ternas más difíciles de la vida, haciéndolo a través de cartas. Cada carta del pintor holandés muestra una clara patología y, a la vez, una evidente confesión, sin el más mínimo orgullo, del malestar que lo estaba rodeando, destruyendo y del cual no le era posible salir. Las cartas que conforman Cartas desde la locura abarcan desde 1888 hasta el día de su muerte, fecha en que se encontró la última. Todas ellas muestran una situación furiosa y desesperada de la actividad del artista, así como un deseo de querer sobrevivir a las crisis a las que se veía continuamente agobiado. Esta correspondencia entablada entre los dos hermanos es el único punto de apoyo en la lucha contra las dos grandes realidades existenciales de Vincent: la pintura y la esquizofrenia. Las dos luchando dentro de él y tratando de imponer su voluntad. Este epistolario, acompañado a menudo con esbozos del progreso de sus trabajos, ha servido de base para reconstruir gran parte de la vida de van Gogh. Por esta correspondencia nos enteraremos de sus preferencias artísticas, así como de su tormentosa existencia. Es un documento extraordinario sobre la vida de este pintor y tal vez no exista ningún otro epistolario (salvo Cartas a Théo) ni diario íntimo que permita captar tan íntimamente, a través de la límpida conciencia del artista, el proceso de su transfiguración pictórica.