WILDE, OSCAR
Cuando el joven y apuesto Dorian Gray contempla su retrato, comprende que éste siempre será hermoso, mientras que su destino será el de envejecer. Pero expresa un deseo que cambiará, no solo su aspecto físico, sino el de su propia alma. Y mientras lleva una vida disoluta, de placer y pecado, en el retrato van apareciendo las marcas de su corrupción.